Fiscalización de las campañas políticas
Luis Carlos Ugalde
Los datos son impresionantes. El
Instituto Nacional Electoral (INE) revisó 24 mil 230 informes de campaña
correspondientes a 13 mil 550 candidatos (dos mil 667 federales y diez mil 883
locales). En 2012 el entonces IFE sólo revisó mil 605 informes correspondientes
a igual número de candidaturas de la elección federal. No sólo revisa más sino
en menor tiempo: en 2012 dispuso de varios meses y en 2015 de sólo 40 días
después de la jornada electoral.
Como resultado de la última
reforma electoral, ahora el INE fiscaliza todas las campañas del país,
presuntamente para mejorar el control de los gastos ejercidos y garantizar la
equidad en las contiendas. Lo hace en menor tiempo para que los resultados de la
fiscalización sirvan para calificar elecciones y eventualmente anular las que
hayan rebasado topes de gasto.
Las multas impuestas este año
ascienden a 81.6 millones de pesos (en 2012 fueron 32.7 millones sólo para las
elecciones federales). Este año se detectaron 14 rebases de tope de gasto de
campaña en el caso federal que contrastan con 195 en 2012. Asimismo, según los
reportes elaborados por ellos, los partidos dejaron de gastar 286 millones de
pesos de financiamiento público: de ese remanente, según el consejero Benito
Nacif, 231 millones corresponden a recursos federales y 54 millones son de
financiamiento local. Si hay menos rebases de topes de campaña que en 2012 y
además los partidos no agotaron el financiamiento que recibieron, luego
entonces –concluyen algunos consejeros– la fiscalización no sólo sería un éxito
rotundo sino que las nuevas normas habrían disuadido conductas irregulares y
fomentado mayor transparencia y legalidad en el financiamiento y gasto de
campañas.
Según el consejero Ciro Murayama,
el establecimiento de nulidad de la elección por rebase de topes de campaña
“contribuyó a inhibir los gastos excesivos de los partidos y los orilló a ser
más cuidadosos”. Javier Santiago, también consejero, dijo que “el ejercicio
fiscalizador logró su propósito, se ha confirmado el correcto registro contable
y comprobación de la mayor parte de los gastos de campaña, se han determinado
infracciones debidamente acreditadas y se proponen las sanciones
correspondientes…”.
El contraargumento es que la
amenaza de nulidad simplemente llevó a los partidos a “maquillar” las cifras
para evitar ser sancionados. No es nuevo ese comportamiento –comúnmente muchas
campañas llevan sistemas dobles de contabilidad– pero la nulidad habría
agudizado ese fenómeno y en consecuencia se habrían reportado menos gastos ante
la autoridad.
El nuevo sistema de fiscalización
se basa en un módulo de registro y carga de operaciones que llevan a cabo los
candidatos de forma directa, registrando operaciones cotidianas mediante facturas,
contratos, etcétera. Posteriormente, el sistema permite confrontar y cruzar la
información con la de otras autoridades hacendarias como el SAT o la Comisión
Nacional Bancaria y de Valores. El problema del modelo de fiscalización
electoral –hoy como ayer– es que su eficacia depende en buena medida de que los
partidos políticos reporten la totalidad de sus egresos. Sin embargo, con
frecuencia se suben sólo ciertos rubros para no rebasar los topes legales
dejando fuera gastos indetectables (por ejemplo, la movilización de las
estructuras de promoción del voto que se pagan en efectivo, o bien el pago de
cobertura informativa). Ciertamente el INE coteja los informes de los partidos
con auditorias propias (por ejemplo, de espectaculares o de eventos organizados
que se reportan en la prensa), pero las investigaciones propias del Instituto
no pueden dar luz sobre actividades “invisibles” que se pagan en efectivo.
Si efectivamente los partidos
dejaron de gastar 286 millones de pesos, como dicen en sus reportes de gastos
de campaña, luego entonces lo lógico no sólo sería devolver esos recursos a la
Tesorería de la Federación como ha propuesto el consejero Benito Nacif, sino
incluso revisar a la baja el financiamiento de campañas porque significa que
los partidos no requieren tantos recursos para competir. Nacif propuso
reintegrar los saldos por dos razones: primero, porque el financiamiento de
gastos de campaña se otorga para un fin específico que son las actividades
proselitistas de un proceso electoral; y segundo, porque los partidos políticos
tienen prohibido destinar el financiamiento a un fin distinto para el cual se
le otorgó.
Varios consejeros y
representantes de partidos se opusieron bajo el argumento de que no hay ninguna
disposición expresa que obligue a los partidos a reintegrar esos montos. Lo más
probable es que detrás de la negativa a devolver esos recursos esté el hecho de
que efectivamente los partidos reportaron sus gastos de forma parcial para
evitar la sanción de la nulidad. Estaríamos así en un ejercicio de simulación
que lo único que hace es cumplir con procedimientos legales y administrativos
sin atacar el rol perverso del dinero para financiar campañas políticas.
Que el INE cumpla con la función
que le mandata la legislación no significa que la fiscalización cumpla un papel
relevante para disuadir el financiamiento ilegal de campañas o el gasto
excesivo.
Que la legislación establezca la
anulación de elecciones no significa que tenga un poder disuasivo. El INE
revisa primordialmente lo que los partidos le informan y de forma creciente,
pero muy limitada, algunos gastos no reportados.
Twitter: @LCUgalde
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