Últimas reflexiones electorales
Luis Carlos Ugalde
Los dos grandes aliados del PRI
son Morena y el Partido Verde. Gracias al primero ganó 42 diputados; gracias al
segundo 46. Eso es, sin el efecto combinado de esas dos fuerzas políticas el
PRI tendría 88 legisladores menos de los 202 que tendrá. Según estimaciones de
Javier Márquez, la irrupción de Morena fragmentó el voto de las izquierdas y en
muchos distritos donde el PRD era competitivo y le ganaba al PRI (sobre todo en
el sur y sureste del país) ahora perdió y el tricolor salió triunfante. Así
ganó el PRI 42 distritos. Por otra parte, la alianza con el Verde le da a los
candidatos del PRI-PVEM un colchón de al menos dos o tres puntos adicionales,
suficientes para ganar en muchos distritos competidos. Gracias a esa alianza se
ganaron 46 distritos.
En 2006 con el 28 por ciento de
la votación, el PRI obtuvo 104 legisladores. Hoy con 29 por ciento obtiene 202.
Ese salto cuántico no es resultado del apoyo popular y masivo por las reformas
estructurales, sino de cinco factores: a) la distribución homogénea del PRI en
el territorio nacional (una fortaleza que no tienen los otros contendientes);
b) la coalición con el Verde, partido que a pesar de las críticas del círculo
rojo sigue siendo un activo electoral para el PRI; c) la irrupción de Morena;
d) que el 30 por ciento del electorado está satisfecho con la marcha del
gobierno y de la economía; y e) la postulación de buenos candidatos en el
ámbito local.
Pero aunque el PRI es el aparente
ganador nacional (aunque haya perdido votos junto con el PAN y el PRD), los
triunfadores netos en el ámbito local son el PAN, Movimiento Ciudadano (MC) y
Morena. Según el Segundo Reporte Electoral Integralia, mientras el PRI pierde
en número de municipios gobernados, el PAN gana no sólo en el total sino su
presencia se incrementa en las ciudades más importantes. Por su parte, Morena
obtiene 41 legisladores locales y varias delegaciones de la ciudad de México y
MC gana alcaldías y diputaciones en la zona conurbada de Guadalajara. Los
partidos PRD y PRI son los grandes perdedores de legisladores locales: pierden
26 y 25, respectivamente.
Aunque Morena, Partido Verde y MC
son ganadores netos de la elección, su fuerza está concentrada geográficamente.
La principal base electoral de Morena se encuentra en el Distrito Federal,
Estado de México y Veracruz. El PVEM tuvo los mejores resultados en Chiapas y
en Guanajuato. MC tiene su base en Jalisco y Nuevo León. El cuello de botella
para que López Obrador sea un candidato competitivo en 2018 radica en que
Morena tiene una presencia importante solamente en 116 distritos, el 38 por
ciento del total nacional.
La presencia de mujeres ha
aumentado significativamente en la última década. Mientras en 2006
representaban el 26 por ciento de la Cámara de Diputados, llegaron a 43 por
ciento en la actual Legislatura (2012-2015). Sorpresivamente, con la paridad de
género la presencia aumentará en una legisladora adicional: según datos
preliminares, habrá 210 diputadas frente a 209 que hay actualmente. La
efectividad de pasar de una cuota 60/40 a una 50/50 fue una legisladora
adicional. ¡Vaya eficacia de la política pública! Una vez que pase la temporada
de descanso electoral, es necesario reflexionar la pertinencia, salud y
utilidad de la paridad de género en las candidaturas. Cuando el presidente Peña
Nieto planteó la iniciativa en 2013 brilló la ausencia del debate. Como si un
tema “políticamente correcto” como el fomentar más presencia de mujeres
significara no discutir el tema ni analizar los riesgos. ¿Acaso todo es bueno
con la paridad? He escuchado historias de cómo se eligieron algunas candidatas
en muchas entidades y el método no enaltece sino denigra. Y si el resultado
neto es una legisladora más, ¿era necesario pasar de una cuota ya muy
progresista de 60/40 a una de 50/50?
Finalmente, es necesaria una
reflexión base cero de la regulación electoral. Eso es, revisar con lentes
nuevos la normatividad electoral. En lugar de cambios en el margen, debe
desmontarse todo el aparato paranoico de prohibiciones y establecer una nueva
visión del sistema electoral y luego plantear objetivos y metas muy claras.
Sólo después de eso, pasar a discutir los instrumentos regulatorios
pertinentes. Hasta ahora ha sido al revés: primero se escogen medidas
prohibitivas o regulatorias y luego se inventan justificaciones de cómo eso
hará más barata la democracia o cómo eso fomentará la participación ciudadana.
Una nueva regulación electoral base cero es lo que permitiría reconstruir el
sistema electoral, manteniendo sus fortalezas (la organización electoral) y
cambiando sus debilidades (la regulación del dinero y de las campañas).
Por el momento, lo más saludable
es dejar de hablar de elecciones y disfrutar el verano con otros temas y otras
lecturas. No más charlas electorales.
Twitter:@LCUgalde
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